Sunday, October 01, 2006

Stand by me

Ate a meal and threw it up on Sunday

Hablando ácidamente sobre los cereales, creo que es interesante cómo ni siquiera éstos logran escapar del tiempo. No permanecen inmunes, y yo, fiel consumidora de dichos trigos con miel, o azúcar, o…, lo que fuere que le agregan a los cereales, me asombro día a día de semejantes evoluciones.
Contraria a la selección natural darwiniana (que uno pensaría totalmente aplicable a este caso alimenticio), los cereales del siglo XXI parecen perecer más rápidamente. Serán necesarios unos ítems para asentar tales declaraciones.
  • En cuanto al aspecto exterior de los cereales, debo indignadamente comentar (hoy) que (antes) venían en caja. No era sólo un cacho de cartón como algunos pueden pensar, no: era toda una decoración, con juegos simples pero totalmente factibles a la mañana temprano. ¿Cuán difícil puede ser encontrar la salida del laberinto cuando todavía no logramos saber si hace frío o calor o apagué el fuego…? Juegos sencillos y a la vez desafiantes. ¡Eso era entretenimiento matutinal! Además de estos desafíos, la caja venía llena de personajes. Uno no compraba sólo un cereal (Naomi Klein diría que nunca lo hacemos), sino que comprábamos una imagen: un elefante grandote bien simpático, un tigre que todo lo puede (aunque nunca hayamos jugado del todo bien al fútbol, hoy sí podremos meter un gol!); un loro parlanchín y colorinche y cuántos otros personajes fantásticos inundaban mi desayuno de imaginación y risas.La caja venía construida como para astronautas: había una tirita que uno separaba y krrác! luego había una bolsa…, en fin, había un verdadero diseño industrial que posibilitaba que los cereales durasen una semana SIN humedecerse; porque todos hemos pasado (hoy) por esos momentos en los que alegremente servíamos el desayuno en el bowl y, al comer la primer cucharada, nos decepcionábamos de semejante blandura y poca crocantez de los cereales. Puf, toda la gracia se perdía…, pero no con estas cajas, no.
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  • En lo que respecta al interior del producto, bueno, acá venía lo mejor. No sólo encontrábamos el exquisito cereal sino que también venía… ¡una Sorpresa! Y qué sorpresas las de antes, sabrán ustedes, ¡¡¡qué sorpresas!!! Yo hablo de auténticos juguetes, mejores de los que se venden en las jugueterías y sencillos como el mismo mind game de la caja. Yo he llegado a encontrar pequeñas pelotas, de esas que rebotan, cuidadosamente envueltas (también diseñado para astronautas el envoltorio) para que yo la encuentre al abrir mi caja de cereal. Eran tan buenos esos regalos que hasta había juntado varios. Muñequitos que cambian su disfraz, se apilaban como pirámide, servían como apoya papeles y también para tomar el té… La variedad y originalidad de las sorpresas era realmente increíble. Ni hablar de su calidad, ya que hoy en día, siete años luego, sigo teniendo mi pelotita rebotina en el cuarto. ¿Quién hubiera imaginado que la sorpresa del cereal durara tanto?
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  • Llegamos a lo más importante: el cereal en sí. Una vez aplaudidas las instancias anteriores, parecemos enfrentarnos cara a cara (literalmente) con los cereales. No se necesitaba mucho me acuerdo. Con una cuchara, un bowl (si quieren ser delicados y no hacer migas en la mesa) y, a gusto del consumidor, leche, era suficiente. (Algunos los comían con yogurt, no hay inconveniente alguno)Los cereales eran ricos. Crocantes, con formas divertidas y colores, era realmente una multiexperienca de sentidos desayunar. Y de qué manera empezaba yo mis mañanas…
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En cambio ahora, esto ha involucionado. O yo he crecido, o la sociedad ha cambiado o…no lo sé. La cuestión es que (hoy) en mi casa los cereales vienen en bolsa. ¿Por qué se preguntarán ustedes? Porque los que vienen en caja salen $8,70. Verán uds. que no puedo culpar a mí progenitora por no comprar la cajota llena de ilusiones y fantasías cuando la bolsa mezquina sale tres veces menos.Otra característica de las post-modernidad es que las sorpresas vienen envueltas como por filósofos que agarraron el boleto de colectivo e hicieron un paquete de regalo con eso; ni soñar con pelotitas rebotinas o autos voladores. Ahora la sorpresa es un cacho de cartoncito que se dobla al toque, con Patoruzito pintado (todo bien Patoruzito) y que, al encontrarla en mi cereal me estremezco de horror. Ya no me da más alegría encontrarme esas sorpresas…, ya no más.A todo esto, el cereal no ha cambiado tanto, pensarán. No es así: mi delicado paladar nota ciertas cosas que uds. tal vez no. Debido a las razones económicas explicadas hace dos párrafos, los cereales que ahora consumimos en mi casa son de segunda marca. De vez en cuando y por razones que desconozco, a esta segunda marca (a veces Tres Arroyos, que NO es poco decir ya que se caracterizan por sus deliciosas almohaditas rellenas y Granola) se le va la mano con la-miel-el azúcar-las gra-sas-trans, o lo que fuere que tienen ahora los cereales. Esto causa que el cereal pierda su condición crocante y adquiera una consistencia demasiada sólida, artificial y, por qué no, poco feliz.
Honestamente, yo no sé si esto tuvo que ver con el corralito, la crisis, la falta de seguridad de la cual tanto parlotea Blumberg o simplemente, con la pérdida de la infancia por la cual todos debemos realizar el duelo. Lo que sí sé es que los cereales no son como los de antes. Todo cambia-todo involuciona; usamos los pulgares para mandar mensajes de texto y desayunamos deglutiendo grasas trans. A todo esto, en una postura cínica, entiendo por qué Oasis en su canción epigrafeada allá arriba, habla acerca de su comida de domingo y del consecuente resultado desfavorable.

Pero esto es lo de menos. ¿A quién le importa si un prestigioso grupo de rock come y luego no se siente tan bien? O, ¿a quién le importa si yo no puedo afrontar mi calidad de no más niña y en vez de desayunar una tostada y un café me malcrío con cereales? Precisamente. Lo importante aquí son los chicos. Las nuevas generaciones que veo salir de la primaria, hamacándose en las plazas y preguntando sobre las nubes desde los colectivos. Yo me pregunto, de verdad, ¿qué podrán esperar estas futuras generaciones que se alimentan con dichos cereales? ¿Qué pueden esperar niños que reciben sorpresas en cartón, deshechables a la hora? ¿Se puede culpar a los padres por no comprar las cajas llenas de alegría y estallido lúdico? Claro que no. Los tiempos que corren no están para eso, están para reflexionar sobre cosas serias e importantes.

Mientras tanto yo pienso mucho en qué será de los chicos, ellos que hoy en día consumen cereales vacíos de ilusiones, de exquisitez, de diseños hechos para astronautas. Qué será de ellos, que viven en estos tiempos en los que los cereales, no son más como los de antes. No lo son…
Nobody knows… the way it’s gonna be

2 comments:

Ju said...

Los cereales mañaneros (mientras no sea lo UNICO que se come en todo el día) están muy bien.
Aunque es cierto, falta la magia de los de aquellos tiempos...

yo said...

las bolsas de ahora tienen un qué sé yo de comida para perros, ponele.
hechas sin amor, definitivamente.