Monday, December 04, 2006

encías


Me dolía pensar que ni te dabas cuenta. Te tocabas el pelo o mirabas al costado suspirando –¿como entre qué recoveco esperabas tocar, eso que está al fondo y que como blanco te deglute?-, conocía ya cada tiempo tuyo y vos… parecías no darte cuenta. A veces eso es lo más lindo de la belleza, que pasa desapercibida. De esa trastocada que se sube al tren y parece llorar, mirando por la ventana escapa a los rieles y el sol aterriza más fuerte, quemando y ácidamente cortando el pedazo de brazo que yo dejo en la mesa para que vos hermosees, para que con un lápiz o piedrita me vayas dibujando otra cosa, brazo, brazo, que pueda salir de mí. Se escapa otro poco más, un poco de lo que quiero que vos me corras, a ver cuánto tiempo podemos estar acá, lastimándonos de costado al lado de algún tonto pequeño, pequeño pequeño brazo, así raspado, raspando la piedra y al mismo lápiz que se hunde, se mete.
Entre mí y mis venas estabas vos. Sin saberlo, sin mirar. Te escondías de vuelta jugando, otra vez, y yo, empezaba a contar.

2 comments:

Ju said...

el darse cuenta es a veces tan fugaz y tan hermoso... si, siempre se vuelve a no saber, pero no por ignorar verdaderamente, sino por el terror a que todo desaparezca depronto, un pestaneo y ya ni siquiera la sombra del brazo, ni siquiera una mano que rescate a la voz afónica de tanto aturdir...
el terror que empapa cada vez que el impermeable se cae
se agujerea porque no sirve, porque es tanto mejor mojarse si es eso lo necesario para vivir,
para querer.
Y por ese segundo de darse cuenta elijo ser permeablo, porque vale toda la locura y vale toda la tormenta, el segundo, tan fugaz, de lucidez.

bruno said...

todo el tiempo se vuelve, y qué linda la belleza que pasa desapercibida.